¡Ay, Carmela ... !

Carmela tuvo la oportunidad al alcance de su mano. Sólo tenía que decir "". Pero estaba demasiado cómoda en su rutinaria cobardía como para hacer algo que pudiera poner en riesgo aquella monotonía que le daba tanta seguridad. Vivía como no quería, donde no le gustaba, con quien no deseaba... pero el cambio le aterraba. La cobardía era siempre más cómoda, ¡Ay, Carmela...!

Decir "
" cuando quería decir "No". Retirar la mirada para alejar la tentación. Bajar la cabeza, obediente y pusilánime. Colarse de rondón en el pasado, pasar de puntillas por encima sin hacer ruido, mirar, suspirar y volver al presente sin que nada se altere.

Ahora, asomada a la ventana, con las pupilas petrificadas en Él, su corazón y su cabeza pugnan por hacerse con el control de sus piernas y de su garganta... Sólo los ojos, fijos en la parada del autobús, ajenos a la lucha de los demás órganos, son fieles a sí mismos. El corazón le grita a sus piernas que corran, que salgan a la calle antes de que el autobús, como si fuese el último tren que pasa por una vía declarada muerta, se lo lleve de su lado para siempre... La cabeza clava las piernas al suelo, y el sudor que recorre con un escalofrío su espina dorsal parece hacer un charco de arenas movedizas que la mantienen anclada a su presente, a su cobardía, a su comodidad... "
no vayas... quédate aquí, sigue tu vida... no arriesgues, lo que tienes ahoar es poco, pero es más que nada...". El corazón quiere hacerse con la garganta, gritarle, implorarle, librarse de los grilletes que aprisionan sus cuerdas vocales en el eterno "si, cariño"... en lugar de devorarle la boca al hombre que ansía su piel, de susurrarle al oído un sola frase... Pero la cabeza no quiere soltar la garganta... no quiere que grite su libertad, su valentía, su pasión.. Ay, Carmela.

Los ojos quieren más de él, el cristal se ha convertido en un telón de acero, quieren estar más cerca de él, beber de sus pupilas, bucear en la curva de su pecho, en la fortaleza de sus hombros, fascinarse con su vientre, con su sexo, recorrer su melena, cegarse con sus dorados reflejos... Los ojos le muestran cómo sería... sería tan fácil... cruzar la calle, clavar sus pupilas en las suyas y dejar que el corazón hable... ¿es tan difícil? mírale... ¿cómo sería?

Sus ojos... se clavarán en los tuyos,primero con sorpresa, luego con una mezcla de esperanza y de expectación... Todo Él te escuchará, ¡
Ay, Carmela! decirle lo que tu corazón ansía... sus ojos te escucharán. Su piel te escuchará. Sus labios, sus oídos, sus manos, su corazón... Y en el mundo no habrá nada más. Te escuchará. Luego se quedará en silencio, pasarán sus ojos de tus ojos a tus labios, de tus labios a tus ojos... brillantes, húmedos... sus labios temblarán trémulamente unos instantes y entonces sus brazos te envolverán como si fuesen dos cadenas que evitan que un barco se aleje para siempre del puerto... Te abrazará como si quisiera fundirte con Él... y ya nunca te dejará marchar...

Pero la cabeza te despierta de tu sueño,
Ay, Carmela... La cabeza.. qué cruel..

"
¿Qué vas a hacer? Cruzarás la calle, te quedarás mirándole como una boba, tus palabras torpes se atropellarán unas a otras en tu boca, quedarás como una idiota delante de sus narices para que te mire con lástima y con vergüenza ajena, meta las manos en el bolsillo, te diga un educado "bueno, me marcho, que te vaya bien, adiós" y no volverás a verle... y cuando subas, tu pareja estará mirándote, con los ojos enrojecidos.. perderás todo lo que has acumulado estos años!! La gente te mira como chica ejemplar, tienes tu noviete aburrido y formal, tu trabajo de ocho horas, tu paella en casa de sus padres los domingos, los cumpleaños de sus sobrinos... tienes 30 años, ¡ya no es edad para aventuras, para empezar de nuevo...! ¿A dónde vas? ¿te has visto las pintas? No seas rídicula..." La cabeza susurra al oído, el corazón SE libera en cada diástole, como quien retira la mano que le amordaza, toma aire y grita ahogadamente "¡¡¡CORRE!!!! ¡¡¡CORRE TRAS ÉL!!!!"

Corazón o cabeza... cabeza o corazón...
¿Qué hará? ¿Que pensáis que hará? ¿Que queréis que haga?

Ay, Carmela!


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